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La política de tierras – es decir, quién controla qué tierra, cómo se utiliza, durante cuánto tiempo, con qué fines y en beneficio de quién - es un pilar central de este debate. Mientras los políticos de toda Europa se esfuerzan por encontrar un equilibrio entre la necesidad urgente de actuar contra el cambio climático con la necesidad de reforzar la equidad y el apoyo popular a las nuevas políticas, el riesgo de conflicto social se cierne sobre la sociedad. Se trata de un riesgo alimentado por las protestas de los agricultores, la percepción pública del «agri-bashing» y las tensiones de larga duración entre los movimientos conservacionistas y las comunidades agrícolas. Esto se ha vuelto más complejo debido a la interconexión de las cuestiones de la tierra y la identidad nacional, y por la aparente desconexión cada vez mayor entre quienes viven en las zonas rurales y urbanas.
La pandemia de la COVID-19 ha puesto de manifiesto estas cuestiones con mayor crudeza. Dado que la crisis sanitaria ha dado paso a una crisis económica —y los grados de sufrimiento varían en función de la clase, raza, género y zona geográfica—, se está prestando una nueva atención a las cuestiones de preparación y resiliencia, así como a las cuestiones de justicia socioeconómica y las relaciones de cuidados.
Este Informe Político sostiene que, para hacer frente a la situación actual, es hora de redescubrir las raíces de nuestra resiliencia al basar la política de la tierra en la acción colectiva y en formas democráticas de políticas de la tierra. Esto se fundamenta en comprender la tierra no como una mercancía, sino como un recurso común, un territorio vivo y un paisaje natural. Se corresponde estrechamente con una filosofía de administración de la tierra: una relación profunda y duradera con la tierra, que se basa en el cuidado y en la apreciación de que la tierra se mantiene en fideicomiso —por ahora y para las generaciones futuras—.
Por ello, este Informe Político pretende apoyar un mayor acceso a la tierra para la agroecología en toda Europa. Este apoyo es ahora más crítico que nunca si consideramos una serie de tendencias alarmantes, tales como la creciente concentración y especulación de la tierra, los casos de acaparamiento de tierras, la precipitada disminución del número de agricultores y de pequeñas explotaciones, el desafío generacional en términos de sucesión de las explotaciones, la pérdida masiva de biodiversidad, la crisis de la fertilidad del suelo y los impactos devastadores de la ganadería intensiva y la agricultura industrial, entre otros.